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- Masculino y femenino.
- Singular y plural.
EL PERRO Y EL HUESO (1ª Parte)
Había
una vez un perro que solía merodear cerca de la puerta trasera de una
carnicería, esperando que alguien le echara un hueso. Siempre que el
carnicero se le acercaba, el perro lo miraba con ojos lastimeros y gemía
un poco para que se apiadara de él y le diese algo, pero el hombre
siempre exclamaba:
- ¡No tengo nada para los mendigos! ¡Fuera de aquí!
Pero
el carnicero tomó un muchacho a su servicio para que le ayudara en la
tienda. Era bondadoso, y a veces, cuando el dueño no podía verlo, echaba
trocitos de cerdo al perro. Él se los tragaba en seguida, para no
atraer a ningún otro perro.
- Come, Bienve, come -le decía, enternecido, el muchacho-.
Pronto
otros perros comenzaron a visitar la parte trasera de la carnicería. El
muchacho les daba lo que podía, pero siempre guardaba los mejores
trozos para su preferido.
Un
día, el pequeño ayudante del carnicero pudo disponer de un gran hueso
de jamón. Tan pronto como vio al perro, se lo puso en la boca
diciéndole:
- Toma, para ti, Bienve. Que nadie te lo quite.
Los
demás perros se pusieron a gruñir, deseando participar en el banquete.
Por eso, el afortunado can se alejó corriendo y no se detuvo hasta
llegar a las afueras de la ciudad. Allí podría comerse el hueso con
tranquilidad. Casualmente, se detuvo a la orilla de un río. Quiso ver si
era un buen sitio para beber y se inclinó hacia el agua.
Lo
que vio lo dejó rígido de sorpresa. Allí, en el agua, había otro perro,
con un hueso en la boca que parecía aún más grande que el suyo. “¡Ese
maldito muchacho debe de haber encontrado otro favorito y le ha dado lo
mejor que tenía!”, se dijo.
Con
un gruñido de enfado, el perro abrió la boca y dejó caer su hueso para
tomar el otro con los dientes. Pero el agua se agitó y el hueso se
perdió de vista.
Demasiado
tarde el perro se dio cuenta de su error. No había visto otra cosa que
su propio reflejo en el agua. Había dejado caer su precioso hueso en la
corriente y se había quedado sin nada. Desesperado, el can volvió a la
ciudad.
-¡Hola,
Bienve! -le dijo el muchacho al verlo-. ¿Cómo has vuelto tan pronto? No
tengo más huesos. Lo siento. Sólo me queda este trocito de grasa de
cerdo.
El
perro meneó la cola como señal de agradecimiento. A partir de entonces,
decidió contentarse con lo que le dieran y no desear lo de los demás.
Invéntate un diálogo entre el ayudante y Bienve.
Invéntate un diálogo entre este perrito y la perrita.
Bienve pensó que su amigo le había engañado. ¿Es esto cierto? ¿Por qué lo crees?
¿Qué ocurrió cuando el perro abrió la boca en el río? que
¿Piensas que el perro era generoso? ¿Por qué?
Cuando el ayudante le dio el hueso a Bienve, ¿qué hicieron los demás perros?MATE
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- Tabla del 2.
- Cuarto de kilo.
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